Pov Ethan
Bien, tenía que olvidarme de lo que acababa de escuchar y fingir que no conocía nada de la mierda que la hermana de Liam nos había dicho ¿El idioma del espejo? Parecía más algo salido de una novela para adolescentes escrito por un autor anónimo que de creencias.
Algo estaba claro: no volvería a la casa de Liam en un tiempo.
¿Cómo había llegado a pensar que todo esto tenía un significado, que se yo, místico? Era estupido, sacado de una película de terror de bajo presupuesto.
Liam me dirigió una sonrisa alentadora mientras caminábamos hacía mi casa para comer algo o ver alguna película de terror o acción, pero no tenía muchas ganas de pasar el resto de mi miércoles haciendo lo habitual.
-¿Cómo dejé que me convencieras de hacer esto?- dije pateando una piedra.
-Fuiste tú quien dijo que quería saber el significado del sueño, no yo- replicó- y fuiste tú quien se lo tomó en serio, Ethan, yo solo te propuse lo de ir donde ella.
Si había sido yo, pero prefería echarle la culpa a otro para no pasar la noche golpeándome la frente con la palma de la mano gritando “idiota”
-Perdóname, pero es que no puedo creer que cayera tan bajo.
Lo miré y me sobresalté al ver una figura borrosa reflejada en la vitrina de una tienda de ropa femenina, como la que había visto en mi sueño.
-¿Estás bien?- preguntó Liam ante mi repentina demora.
Entonces me di cuenta de que solo era un maniquí con un vestido blanco.
-No nada, solo debo estar cansado porque estoy imaginando cosas.
Llegamos después de una larga caminata. Mis padres no estaban, lo que significaba que mi tarde-noche iba a hacer tranquila.
Miré por la ventana justo a tiempo para ver como la ciudad era cubierta por un manto de oscuridad. Observe a un grupo de adolescentes pasear por la plaza con las cervezas y la marihuana hasta el cuello. Suspiré y cerré la ventana para dejar de apreciar un panorama tan deprimente.
-¿Qué tal “No me olvides”?
-¿Miedo? claro, iré a preparar algo para comer.
-Cerveza- gritó cuando estaba entrando a la cocina.
-Si, si quieres que me hagan pedacitos.
-Aburres- dijo entre risas.
La cocina era extremadamente parecida a las de los cuentos de hadas, pero así eran los gustos de mi madre y no pensaba criticarlos ahora. Las cortinas tenían frutas y flores estampadas y las encimeras estaban llenas de fruteros. Todo estaba tan limpio y ordenado que lograría desesperar a cualquiera que entrara, incluyéndome a mí.
Inspiré el aroma a vainilla y canela, y me dirigí al refrigerador para luego ir a la despensa por algo para comer y beber, algo que no fuera cerveza.
Cuando volví, Liam ya tenía todo listo para ver la película tranquilamente lo que encontré raro ya que él siempre se quedaba sentado enviándose mensajes con cualquiera y me dejaba todo el trabajo a mí.
Vimos la película en silencio la mayor parte y riéndonos cuando no nos correspondía como dos personas completamente especiales. El final lo encontré pésimo, pero no me quejaba a diferencia de él.
Mis padres llegaron justo cuando teníamos todo ordenado y Liam se estaba por ir, algo que agradecí profundamente.
-Hola- saludamos ambos.
Mi madre nos respondió con una sonrisa y un saludo de vuelta, pero mi padre nos abrazó y eso me hizo sentir muy incomodo y mire a escondidas a Liam para modularle un “lo siento”
Cuando Liam ya estuvo fuera del alcance de mis ojos, entré corriendo a la casa y no me detuve hasta mi habitación. Encendí el computador y esperé con impaciencia a que estuviera listo para meterme al buscador. Tecleé con apuro “Espejo, creencias” y esperé a que un montón de páginas aparecieran con lo que buscaba. Una vez que sucedió lo que esperaba, abrí un par de los sitios que me ofician y encontré cosas como:
“Las doce de la noche, además de ser la hora en que los espíritus y los fantasmas regresan al mundo de los vivos, dicen que es también la hora del diablo. Se dice esto porque es justamente en invierno el punto medio de la noche, ya que empieza a anochecer sobre las seis de la tarde y amanece el día sobre las seis de la mañana aproximadamente también. (Raquel)”
“Los espejos son empleados como puerta de entrada hacia lo desconocido”
¿Invierno? ¿Puerta a lo desconocido? Nunca me hubiera puesto a pensar en que esto estaba pasando justo en invierno y… había algo más, algo relacionado con una fecha especial en está época que no lograba recordar, algo relacionado con la fiesta.
Me levante del escritorio y miré en el calendario con atención. ¡Eso era! El solsticio de invierno.
Me senté lo más rápido que pude y agregue unas palabras más. Me metí en el que más llamó mi atención.
“Tradicionalmente se ha considerado que en dicha fecha las “fuerzas” espirituales se “liberan”, el significado de “puerta de los hombres” que se da al solsticio de verano, alude a una apertura que permite el compartir libre, a los seres de los diversos reinos, con la humanidad”
¿Solsticio de verano puerta de los hombres? ¿Fuerzas espirituales? Estaba cada vez más confundido, pero mi sed de saber más era insaciable.
Necesitaba saber que tenía que ver todo esto con mi sueño, y con el solsticio de invierno.
Apagué la pantalla cerca de las doce de la noche. Estaba cansado, sin fuerzas ni siquiera para ir hasta la cama, pero no pensaba quedarme dormido en una silla. Me apoyé en mis piernas como pude y camine hasta caer rendido sobre la cama. Era segunda vez en la semana que hacia lo mismo, pero era eso o despertar un jueves cansado o adolorido por la silla.
Cerré los ojos y me sumergí en el sueño.
Desperté con un fuerte ruido proveniente de la cocina. Mire la hora y me dio un escalofrió cuando descubrí que eran las 3 de la mañana. Me quité los pantalones y la polera y me metí en la cama, pero volví a oír otro ruido similar.
Bajé las escaleras sin tomarle importancia a que alguien me viera semi desnudo porque supuestamente solo estaba mi madre y mi padre en casa. Abrí la puerta de la cocina con cuidado y encontré a mi madre con la cabeza en el refrigerado.
-¿Qué haces?- dije restregándome los ojos con fuerza.
-Oh, Ethan- dijo sobresaltada- Estaba buscando un vaso de agua.
-¿A está hora?
-Tenía sed y la del refrigerador estaba más helada que la de la llave del baño- suspiró y se acerco- ¿Por qué no vas a la cama antes de que te resfríes? Estás casi desnudo solo con esos boxers.
-Buenas noches- me di media vuelta y subí las escaleras en dirección a mi cama.
-¡Ethan!
Me di media vuelta con el corazón latiendo a mil por hora y maldiciendo por lo bajo por haberme quemado la mano con el café que acababa de comprar en el Starbucks de la esquina.
-¿Cómo has estado?- me saludo una chica castaña de ojos azules con una gran sonrisa- Supongo que me recuerdas- me quede en silencio- al parecer no, soy Taylor.
<<Taylor>> pensé. Era muy linda debía admitir, pero no buscaba una relación seria en este momento.
Ahora lograba recordarla del colegio. Ella era una de las mejores en atletismo y tenía buenas notas. Muchos chicos estaban buscando su atención y era simpática, no como el típico prototipo de chica popular. En cambio yo si era el prototipo de chico popular.
-Ahora si te recuerdo- dije con una sonrisa.
- Hablamos en la fiesta del sábado y vamos al mismo curso- dijo sonrojándose- me extrañaría que no te acordaras de mí.
-¿Taylor Wolf?
-Ella misma.
-Ahora si que te reconozco- tiré el vaso de café que se había vaciado en mis manos en el basurero más cercano- Te invitó a un café porque el mió se acabo cuando me asustaste- le dije con una sonrisa.
-Perdóname- dijo aún más avergonzada.
-No importa ¿aceptas?
-Claro- sonrió y entramos de vuelta.
Pedimos y nos sentamos con los vasos de café humeantes en una mesa cercana a la ventana.
Hablamos de temas sin importancia y me di cuenta de que me encantaba su risa y sus mejillas encendidas cuando le sonreía o me acercaba demasiado, de echo, me estaba dando cuenta de me encantaba ella en sí.
-Y dime…
-¿Si?
-¿Te gusta mucho el café?
-Algo ¿por?- dijo acercándose a la mesa.
-¿Qué tal tú, yo y unas tasas de café este domingo?
-¿No es el día anterior la fiesta?
-Pues unas tasas de café me vendrán bien después de eso.
-Entonces acepto- se levantó- Me debo ir ahora pero ya no puedo esperar a que sea domingo- y vi como se alejaba de la mesa para salir al frió de una tarde de invierno.
Me levanté y limpié la mesa un poco antes de seguir el camino que ella había echo hace menos de cinco minutos. La observe en un paradero escuchando música y sonriendo. Me encontré a mi mismo sonriendo al verla.
Jugueteé con las llaves de mi casa un momento y después camine en la dirección contraria, era hora de dejar mi orgullo atrás e ir a visitar a Doménica para terminar con esta idiotez de una vez por todas.
Toqué un par de veces hasta que me abrió la misma Doménica con una gran sonrisa.
-Liam no está ahora, él vol…
-No vengo a verlo a él, pero si te acomoda que venga cuando él este aquí puedo hacerlo- dije dando un paso atrás.
-No, pero pensaba que venías por él- suspiró- es extraño que dejes tu orgullo a un lado- me sonroje.
Se notaba que me conocía lo suficiente.
Le sonreí y subimos las escaleras en dirección a su habitación. En el camino noté que había un florero nuevo ya que aún tenía el precio. Supuse que Liam había vuelto a romper otro florero de Doménica y este le dejó el precio para que ella se sintiera mal.
-No puedo ayudarte en mucho más, puede que tu sueño solo sea eso, un sueño- me dijo mientras se sentaba en su cama.
Me quedé parado junto al armario sin intenciones de sentarme en alguna parte.
-Pero el primer día pensé que si tenias más.
-Teorías, pero nada concreto.
La miré unos segundos y reconocí que esto había sido una perdida de tiempo. Era tiempo de irse.
-Entonces perdóname, me iré.
Había sido un encuentro muy corto y frió, como si nos odiáramos. Tal vez eso sentía ella por mi modo de ser y personalidad.
Le sonreí, le di un beso en la mejilla y me alejé.
¿Sentiría algo por ella algún día? No, seguramente no porque era como la hermana que nunca tuve. Ambos eran la familia con la que realmente quería estar y sentir algo por ella sería como sentir algo por mi madre o mi prima.
-¿Ethan?- preguntó una voz masculina.
Me di media vuelta y me encontré con los ojos asustados de Stephen Morris. Era un chico pecoso de ojos azules y cabellos claros.
-¿Stephen? ¿Qué haces aquí?
¿Sería él el famoso novio de Doménica? ¿Está era la razón por la cuál ella había querido que me fuera?
-Yo…
-¿No te había dicho?- vino su salvadora- Stephen y yo salimos desde hace un buen tiempo- sonrió.
-Ya veo- dije sin expresión, aunque por dentro estuviera hecho una fiera.
A Stephen no lo conocían precisamente por el mejor novio de todos los tiempos, al contrario, pero yo no me hallaba en una posición para criticarlo.
Salí de la casa sin decir nada más y camine hacia mi casa, pero me encontré con Liam en el camino.
Me saludo con alegría pero yo no le respondí. Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para no huir lo tome por la solapa de la chaqueta y lo arrastré hasta la pared más cercana.
-¡¿Tu sabias que Domenica estaba con el idiota de Stephen?!
-Si- dijo con los ojos abiertos como platos.
-¡¿Y no dijiste nada?!- pregunté enojado e incrédulo.
-Estaba seguro que reaccionarias así ¿Por qué no darle una oportunidad?
-¿Sabes la fama que tiene?- dije entre dientes mientras lo soltaba.
-Tu tampoco tienes una muy buena fama, Ethan ¿Cuántas chicas han llorado por tu culpa?- me quede en silencio, tenía toda la razón.
Retrocedí un paso y volví a caminar a mi casa rápidamente, sin prestar atención a sus gritos de perdón u otros.
¿Por qué enojarme con mi mejor amigo cuando decía solo la verdad y nada más que la verdad? Pensé en Taylor. No, no me iba acercar a ella para hacerla sufrir, no haría sufrir a la única chica que se acercaba y aceptaba mis proposiciones sin antes preguntarles a sus amigas que opinaban o sin mirarme raro.
Inspiré el fresco aroma de la libertad, pero no me sentí bien, como si no me la mereciera.
Tomé las llaves y se me cayeron un par de veces antes de poder abrir la puerta y estuve a punto de tropezar en las escaleras.
¿Qué me estaba sucediendo?
¿En que me estaba transformando?